Lo que el Perú nos enseñó

Pasamos 30 días en el Perú. Recorrimos gran parte de la zona Sur del País y nos llevamos miles de experiencias.
Cuando tomamos el vuelo aquel 9 de diciembre no tan lejano, no sabíamos que volveríamos al Uruguay con nuestras mochilas cargadas: de experiencias, de amigos,de alegrías y  de historias para contar. Todo superó nuestras expectativas.

A medida de que nos fuimos desplazando por el país, fuimos conociendo historias de personas de todas partes del mundo y locales. Nos cruzamos con un montón de gente, de la cuál aprendimos y guardamos en nuestra mochila lo mejor de ellas.

El Perú es un lugar mágico de punta a punta: la magia del Oasis en Ica, el vuelo del cóndor en el Cañon de Colca,  el gran Lago Titicaca y sus Islas, las hermosas callecitas empedradas del Cusco y el increíble Machu Picchu. Es un país imperdible que realmente lo tiene todo.

Nos empapamos el alma en este viaje: nos gastamos los pies de tanto caminar, las retinas de tanto ver, y la nariz de tanto oler.

Sentimos: los 30 días a flor de piel, intentando absorber cada momento y detalle, cada situación, para hacer crecer el alma.

UNA NUEVA EXPERIENCIA:

Pasamos Navidad y recibimos el 2017 en el Cusco. Rodeados de personas locales y mucho viajero.

Estuvimos en la Plaza de Armas los primeros minutos del año, disfrutando los fuegos artificiales de todo el Cusco. Después nos fuimos al «Almacen Willi» donde bailamos cumbia pegados a unos gringos muy buena onda y con mucho swing que se movían mejor que nosotros.

Conocimos chilenos, bolivianos, argentinos, españoles. Escuchamos historias, contamos las nuestras: compartimos mate, explicamos como se tomaba y hasta para que servía.

NOS TRAJIMOS:

Dicen que uno no  es el mismo cuando regresa. Y de verdad: soy otra persona. El viajar agranda la mente, la abre como paracaídas y ensancha cada pedacito del alma. La alimenta y estimula: le enseña lo que es vivir.

Volvimos siendo otros: el Perú nos enseñó muchísimo  siempre, antes, durante y después del viaje.

Nos enseñó

Rosa, por las calles cuzqueñas.

a que si se quiere se puede;  a que hay que trabajar por los sueños sin importar lo que otros digan al respecto y que no hay nada más lindo que llegar a la meta.

El Perú nos regaló una visión más amplia del mundo: comprendimos que somos insignificantes, diminutos, mientras recorríamos la carretera entre grandes montañas de camino a Aguas Calientes.

Ganamos experiencias: invertimos en viajar  que es invertir en vivir.

Nos llevamos el Perú en nuestro corazón, en nuestra alma y en nuestra mochila.

Nos volvimos con miles de sabores, con muchísimos rostros, con muchísimas historias de vida y lo más importante: volvimos con ganas de irnos de nuevo.

Muchísimas gracias y nos vemos pronto.